#18. Amigas por correspondencia
Unas ideas sueltas sobre las cartas, los libros que se hacen con correspondencia, Okupas y la inspiración.
Consigo dormir diez horas seguidas y me despierto hecho una babosa o un pedacito de seda. Todo blandito. No hay nada más lindo que dormir profundamente, es como revivir o darse un gustito con algo dulce. Sin embargo, el costo a pagar por esas largas horas de sueño reparador fue muy alto.
La noche anterior a la del sueño largo dos amigas y yo nos tomamos casi entera una botella de whisky. Claramente estábamos muy borrachas, pero resulta que la bebida era de tan buena calidad que casi no se sentía. De todos modos no dejaba de ser un montón de whisky adentro de nuestros cuerpos.
El día después fue muy difícil.
Si bien no hubo una resaca fatal (esa es la gracia de consumir cosas de calidad) nos sentimos muy a media máquina todo el día. Todo fue fue cuesta arriba. En esos momentos siempre aparece la pregunta de si valió la pena, si estar improductivo 24 horas seguidas con dolor de cabeza vale la pena, si una botella de whisky caro es lo suficientemente digna como para que le dediquemos un día perdido después de tomarla. Yo creo que sí, que vale la pena. Además, gracias a ese día que tiré a la basura me fui a la cama muy temprano y logré dormir como hace rato no lo hacía.
Otro triunfo más del consumo excesivo de alcohol.
I. Amigas por correspondencia
Algo que me quita el sueño es tener mails sin contestar. Las últimas semanas tuve pendientes alrededor de ocho o nueve correos sin leer. Sé que es poco, pero para mi es muchísimo. El otro día vi que una amiga tenía más de 17 mil correos acumulados sin abrir. Casi me infarto.
Todo lo que se pueda decir por mail, para mi mejor. Hace unos cuantos años Pedro Mairal escribió un texto en la revista Orsai en el que defendía los mails. En esa nota él decía:
El mail es un género no contaminado todavía. A veces me gustaría recuperar mails que le mandé a gente en los que me parece que lograba decir algo que quería decir. Los mails todavía son un refugio al que no llega la radiación literaria. La gente escribe mails con toda naturalidad, cuenta con gracia las cosas, y después las quiere poner en un cuento o una novela y las arruina con palabras como “rostro pensativo”, “allí”, “luz cansina”.
Durante todo el año pasado intercambié mails, sin conocernos, con Mailen Pankonin. Ella es artista y también es música (sacó un disco hace poquito y lo pueden escuchar acá). Participamos de una cosa que hacían unos amigues que se llamó “Un amor de cuarentena”. Básicamente te matcheaban con alguien al azar para que te mandes mails. A mi me tocó con ella y realmente nos hicimos muy amigos. Nos vimos la cara por primera vez en diciembre del año pasado.
El mail es nuestra nueva carta y es el formato ideal para hacer muchas cosas: contar chismes con un poco más de profundidad, pensar ideas con otra persona, ir armando una pequeña biografía de a dos. De todos los géneros “confesionales” es mi favorito.
Una vez entrevisté a una escritora que me contó que pasaba buena parte del día respondiendo mails de sus fans. Le pregunté por qué lo hacía, por qué se tomaba semejante trabajo. Me dijo que lo hacía porque le parecía que correspondía hacerlo y porque además le mandaban mucha data de cosas que a ella le interesan, pero que no conoce, y que después usaba ese material para sus cuentos y novelas. Mi agradecimiento a esos fans, consiguieron que existan varias de mis historias favoritas.
Hay unos cuantos libros que me gustan mucho y que están hechos de cartas. Uno de esos es Las luces de emergencia se encenderán automáticamente. Salió hace algunos años por Blatt&Ríos y es de Luisa Geiser, una autora brasileña. En la novela el protagonista le manda cartas a su amigo en coma, para que no se pierda nada de lo que está pasando mientras está ausente. Son textos preciosos, con esa cosa adolescente que vuelve todo importante e intenso.
Otro muy bueno es Amado Señor de Pablo Katchadjian. El libro está hecho de cartas, primero destinadas a Dios y después a cualquier cosa. El narrador que las escribe se harta de todas las otras escrituras y escribe cartas sin parar para cualquier cosa: al sabor, al oficio, a lo irreconocible, a la libertad. Cartas que no tienen respuesta, como las de la novela de Geiser.
En el podcast de El hilo conductor, el newsletter de Malena Rey que ya recomendé alguna vez, también hablaron de las cartas. En ese episodio Katchadjian leyó una de las cartas que publicó en su libro. Además, hay mil referencias más sobre otros libros y películas construidas a partir de la correspondencia.
Desde marzo de 2019 intercambio mails con una ex profesora mía. Al igual que con Mailen, nos hicimos más amigos gracias a este intercambio epistolar. Entre los correos que aún tengo pendientes tengo uno de ella. Hace un mes y cinco días que lo recibí y todavía no pude contestarle. Es que escribir un mail no es cualquier cosa: se necesita tiempo, paciencia, ganas y también amor. Son cosas que no pude reunir en las últimas semanas. Pero me voy a esforzar por hacerlo pronto. No puedo dejar una carta sin contestar.

II. Me quedé pensando
Disfruto mucho este revival de Okupas, la serie argentina que se emitió en el 2000. Nada que empiece con Rodrigo de la Serna en slip puede ser malo. Nada. Eso ya es un buen augurio. Pero, al margen del comentario sexista, siempre disfruto de los revival. Cuando iba al colegio decidí no ir al viaje de egresados por varios motivos, entre ellos estaba que prefería viajar a Buenos Aires para ir al concierto por los 20 años de El amor después del amor.
Disfruto mucho el timing de la cultura del broadcasting, esas tramas donde reina el “vamos viendo”. Los personajes van haciendo y deshaciendo como se les antoja. Es algo muy del cine argentino de fines de los 90 y, sobre todo, algo muy Martín Rejtman. La escena del primer capítulo en la que Ricardo entra al chino y todo cuesta tres con cincuenta y el chino del super es el mismo chino que atiende la rotiseria donde todo cuesta tres con cincuenta, es muy Rejtman. El streaming arruinó el “vamos viendo” y el sin sentido: ahora todo tiene una relación con todo y todo tiene que ser explicado.
En un bar escucho que en una mesa discuten sobre Okupas. Una chica dice que no le gusta que sea tan misógina. Dice que es como “muy too much” que hoy se muestren esas escenas, como la de la trabajadora sexual que recibe las puteadas de dos duros.
Me quedo pensando en eso varios días.
No estoy seguro de si podemos juzgar con el diario del lunes algo de hace 20 años, del mismo modo que algo que acaba de pasar. Terreno pantanoso. Tensiones que no se pueden resolver en un par de oraciones.
Me quedo pensando en eso varios días.
En un grupo de WhatsApp se discute una posible cancelación vegana por incluir un animal en una foto. Mi propuesta es hacerlo igual, ir en contra de la autocensura. Se encuentra un término medio: usar un animal de utilería.
Me quedo pensando en eso varios días.
La ficción debería ser para siempre un lugar sin reglas, el espacio en el que podamos ser todo eso que queremos cancelar, que nos da miedo o que no queremos reconocer como propio. Si la ficción ahora solo puede ser un manual con normas de buenas costumbres dejaría de ser ficción. El chiste de la ficción es que no tiene reglas. Si deja de ser ficción va a ser aburrida. Y a nadie le gustan las cosas aburridas.
Me quedo pensando en eso varios días.
III. La inspiración no existe
Terminé de ver Gotham, pero prometí en una cena que no iba a volver a hablar de esto porque iba a quedar como un pesado. De todos modos, para seguir en la onda, empecé a ver Batwoman en HBO. Además volví a ver la trilogía de Batman de Christopher Nolan en dos noches y estoy haciendo rewatch de Batman del futuro, la serie animada de los noventa.
En mi defensa, no lo hago de pesado, esto de escribir sobre Batman, sino de obsesivo. Me vuelve loco este superhéroe en todas sus versiones. Creo que escribir sobre Batman tiene más que ver con esto, con la obsesión.
Una vez le pregunté a un poeta si creía en la inspiración. Me dijo que sí. Entonces le repregunté qué era la inspiración. Las obsesiones, me contestó.
Escribir es volver una y mil veces a las obsesiones. Y la verdad es que no tengo muchas obsesiones: los superhéroes, el rock nacional, las fiestas, las ciudades grandes, el azar, el capricho y alguna que otra cosa más, pero no mucho. Este newsletter es una entrega de textos sobre esas cosas y nada más. Es difícil escribir todas las semanas e intentar ser original cuando la inspiración sale de un puñado de cosas, entre las que está Batman.
Los artistas que me gustan, las autoras que leo, generalmente dan vueltas alrededor de dos o tres temas y listo. Me gusta la previsibilidad, saber qué voy a ver o leer antes de hacerlo. Me gusta identificar la inspiración ajena, saber qué le obsesiona a esa otra persona.
Este no es otro texto más sobre Batman que llega a tu correo un sábado a las nueve de la mañana. Este es un texto sobre la inspiración, sobre esa cosa rara que todos buscamos pero que no tenemos claro cómo encontrar. Es un texto sobre las obsesiones. Especialmente las mías.