La música tiene ese poder de escaparse de las palabras. Es muy difícil decir o describir lo que a uno le pasa cuando escucha una canción que le encanta: el lenguaje no le hace justicia a las cosquillas que te recorren el cuerpo, a la serotonina que escupe tu cerebro cuando suena bien fuerte un hit. Y adentro de ese misterio musical está Charly García, que cumple 70 años y todos nos volvemos locos. Es la música que no falla, el presente eterno, el tango y la disco.
Desde al menos un mes, hay cosas de Charly por todos lados. Especiales en al tele, dossiers, conciertos para celebrarlo, muestras de fotos. Cientos de miles de personas paradas enfrente de algo que refiere a un tipo que hizo un par de temas que nos enloquecieron. Simplemente cumple 70 años, nada que un montón de otros artistas no hayan hecho: cumplir años. Pero, cualquier excusa es buena para volver y volver y volver a Charly.
García es el tema más agotado e inagotable que existe. Se escribieron cientos de cosas sobre él y sin embargo seguimos escribiendo. No hay palabras para explicar lo inentendible, ni para descifrar el misterio que envuelve a ese señor gordito de bigote bicolor.
Solo una vez pude experimentar la sensación de escuchar una canción nueva de Charly. Con “nueva” me refiero a una inédita. Envidio con profundidad a mis amigos más grandes que pudieron escuchar como “novedad” discos como Parte de la religión, Filosofía barata y zapatos de goma o La hija de la lágrima. Esa única vez que me emocioné por las canciones nuevas fue cuando se publicó Random, el último disco de García. Por un segundo fui adolescente otra vez y sentí la emoción de ir corriendo a un Musimundo para buscar el álbum nuevo de tu ídolo.
Era la primera vez que Charly sacaba un disco de estudio desde que había salido de rehabilitación. Antes había aparecido Kill gil, en 2010, pero se había grabado antes, en medio de la intoxicación say no more. La edición de 2010 es bastante diferente a la que se filtró en 2007: tiene menos temas, menos capas de sonido. Es más clean.
Pero lo que importa es Random. La duda sobre ese disco era cómo iba a sonar, si se iba a a aparecer el Charly “de antes” o el Charly “de ahora”. Para mi generación eso no existe: nuestro Charly es el Charly de Random, el tipo rehabilitado. Y eso está bien. No puedo extrañar lo que no viví, ni querer recuperar lo que nunca tuve.
Lo que ves es lo que hay.
El primer disco que tuve fue Hello!, el MTV Unpugged. Me lo regaló un noviecito que tuve en el secundario. Me lo trajo de un viaje que hizo a Córdoba con su familia. Ese era un disco raro para conseguir en Trelew, era viejo y no había muchas reediciones. El Musimundo que había en mi ciudad solo traía novedades. Cada tanto alguna cosa rara, pero casi nunca. Cuando ese noviecito me trajo el disco entendí que el amor era acostarse con hombres y escuchar Charly García.
En 2015 apareció un álbum de buenas canciones y mala prensa: Rock & Roll Revolution. Era un disco de Fito Páez dedicado a Charly García. En la tapa estaba Charly hecho mierda, todo consumido, arrodillado sobre un escenario.
En el librito que te trae las letras, hay una frase que dice: “Para Charly García, mi reserva moral”. Siempre vuelvo a esa frase. Me llama la atención. ¿Cómo hace una persona para convertirse en la reserva moral de otra? ¿Qué es ser la reserva moral de alguien?
Si la moral tuviese más que ver con Charly que con “la moral”, todo sería mucho más divertido. El motor de las cosas seguro sería hacer y deshacer como queramos. Romper todo. Arreglar todo. Saltar de un noveno piso y caer al agua. La moral García es mi capricho es ley.
A los catorce años besé a alguien por primera vez. Era un fan de Charly García.
Hay una anécdota de Alejandro Kuropatwa y Charly García que me encanta. Cecilia Roth la contó en una nota que hizo María Gainza sobre el fotógrafo: “Ale cumplía un día antes que Charly García. Entonces, como festejaban por separado, todas las mañanas después de su fiesta Kuro le mandaba los restos de su torta a Charly.”
Los que sí cumplían el mismo día era Federico Moura y Charly. Hay un mito que dice que García lo iba a ver todos los días a Federico Moura a la clínica en donde estaba internado antes de morir. Supuestamente García lo visitó hasta que se murió en diciembre de 1988. Esta versión fue confirmada por el hermano de Federico Moura en Imágenes paganas, el documental sobre Virus que se estrenó en 2013. Sin embargo, seguimos sin saber si eso ocurrió o no. Capaz que el hermano de Moura cree que Charly habría ido todos los días a ver a Federico, cuando en verdad fue alguna que otra vez. No importa. Da igual.
Hay otro mito que dice que Charly escuchó el primer disco Virus con las canciones de Moura y le encantó. Y lo llamó. Y se hicieron amigos al toque. Y él les dijo de producir un disco de Virus. Y Federico dijo que no. Este otro mito no lo confirmó nadie. Tampoco nadie lo desmintió. Charly es más mito que realidad.
En Trelew había una disquería medio cutre que vendía más que nada discos de heavy metal y folklore. El dueño era metalero, pero su mujer era folklorista y rolinga al mismo tiempo.
Un día entré a ver qué tenían y en la sección de ofertas encontré el disco Say no more. Yo tenía 15 años y estaba empecinado a completar la discografía de Charly (esto lo logré recién la semana pasada cuando mis amigas me regalaron para mi cumpleaños los álbumes que me faltaban). El ejemplar de Say no more que encontré costaba 14 pesos, pero yo solo tenia encima 5 o 6.
A los pocos días volví y el disquero metalero lo había aumentando a 19. Lo quería matar. Sentí que me lo hizo a propósito. Por suerte, ese día tenía 21 pesos. Lo compré y enloquecí. Pensé que había encontrado la última coca en medio del desierto.
A Charly le gusta dar vueltas en la cama. La cama es como su primer escenario. Ahí prueba cosas, escucha música y hasta graba algunos temas. En el disco Influencia se aclara: “Grabado en el estudio móvil Say No More y en la cama de Charly”. La cama es el trono desde donde el tirano grita y da órdenes. El mejor texto sobre Charly y su relación con la cama es el que escribió Mariana Enríquez para Rolling Stone. Es la última nota que García dio antes de entrar en rehabilitación y todo lo dice desde lo que queda de su cama.
En el texto, Enríquez aclara que no le gusta nada la música de Charly y que él le parece insoportable. Sin embargo, en el mismo texto también dice que se descubrió a si misma cantando todas sus canciones de memoria. Hay algo ahí, en esas canciones, en ese cuerpo, en esa mirada perdida que está en otro lugar que sigue siendo magnético. No podemos escaparnos de Charly García y hasta los que lo odian están atrapados en Charly García. Estamos presos en él. No podemos salir. No digamos más nada.
En el último mes toda la ciudad se llenó de Charly. Me llamó mucho la atención el despliegue. Creo que ni por Maradona se hizo un festival de un mes entero para celebrarlo en vida. Charly es una estatua viviente, un monumento que camina.
Sin embargo, hay algo en estos festejos que tienen un tono bien tanguero, un dejo de nostalgia que está a la vista. En un punto sabemos que podemos festejar los 70 de Charly, pero no estamos seguros de poder festejar los 75 o los 80. De todos modos esa sensación siempre estuvo: el éxito de Charly es que hace años que se muere y sigue vivo, que no podemos parar de pensar que este año, tal vez, sí se muere.
Lo que es y lo que no es Charly no se puede explicar. García es algo inabordable y complejo, un tema del que hablamos mil veces, pero que todavía no podemos entender ni agotar. Este es otro texto más sin sentido sobre Charly García. El segundo que escribo en la semana. Otro intento tirado a la basura por tratar de explicar algo que es inexplicable.