#30. El calor que derrite todo
Unas ideas sueltas sobre el calor, una foto de Federico Moura y los chicos que corren sin remeras
Nunca tomé drogas legales para dormir. Las otras, las ilegales, no sirven para esto. A mi alrededor siempre hay clonazepam, rivotril y alguna que otra más, pero nunca las tomé. A veces, mis amigos me preguntan si quiero algo para dormir mejor, que me dan sin problemas o me indican quién es el que consigue las recetas. Pero siempre digo que no. Me dan un poco de miedo. Prefiero estar despierto y mal dormido.
Sin embargo, cuando llega esta época del año en la que saco el plumón y pongo un cubrecama muy finito, aparece algo que me garantiza una noche de sueño profundo: el ventilador. Nada me da más placer que dormir destapado con el ventilador prendido.
El que tengo es muy feo y muy barato. Es de esos bajitos, así que lo tengo que poner arriba de una silla para que me llegue el aire cuando estoy en la cama. Lo compré hace unos años. Pero más allá de su mala calidad y su pésimo diseño, cada vez que lo prendo genera un ruido que en mi cabeza funciona como un mantra que me hace dormirme enseguida. Es como un mmm constante y suave. Es una canción de cuna hecha con un electrodoméstico.
I. El calor que derrite todo
En un cumpleaños escucho que alguien dice: “La única certeza es que el mundo se está acabando y acá estamos todas haciendo como que no pasa nada”. Dos días después veo que el calor que hizo esta última semana rompió el récord histórico de temperaturas altas de octubre.
Cuando aparecen estos primeros calores siento que todo se vuelve pesado y más lento, como si las personas no pudiesen aguantar el tedio del sol. Me gusta sentir el sol en la cara, pero no me gusta que la velocidad de las cosas sea otra, que genere una sensación de estancamiento y de tedio.
Tengo dos imágenes favoritas sobre el calor. La primera es la escena con la que empieza la Ciénaga, la película de Lucrecia Martel. En ese comienzo están todos los personajes echados al costado de una pileta, abombados por el calor y la humedad. Nadie se puede mover. Todos están muy en pedo o muy estancados como para coordinar un movimiento preciso o pensar alguna idea. Todas esas personas, en ese momento, en esa película, somos nosotros cada vez que llega el calor a Buenos Aires. De repente, Graciela Borges trata de moverse y se va a la mierda. Ya saben cómo sigue la historia y si no lo saben miren la película (está acá)
La segunda imagen que me gusta mucho es más graciosa. Es una escena de la serie Pose en la que Elektra está sentada en un sillón con un ventilador de pie a la altura de la cara. Está mega montada, con un lookazo que parece ser de alta costura, pero que en verdad es un vestido barato. Mientras el ventilador le tira aire dice todas frases elocuentes sobre el calor, con ese humor bien travesti que me fascina. Vi circular la captura de pantalla de escena por Instagram y Twitter un montón de veces en los últimos días. Me gusta cuando la tele es un meme.
Yo soy como Elektra: me pongo el ventilador en la cara. No soy muy amigo del aire acondicionado. Siempre tengo problemas con la manguera que desagota el agua: los vecinos se quejan de que a veces les caen gotas en sus ventanas o que no paran de caer chorros en el patio del edificio cuando me olvido de vaciar el bidón. Lo mejor del calor es el ventilador. No es la playa, ni estar afuera. Lo que importa tener algo que te tire aire todo el tiempo. Un objeto de plástico que te ventile la casa sin parar. Y también, por qué no, la cabeza.
II. Siempre moderno
Encontré una foto de Federico Moura que me gustó mucho. No sé de quién es, ni tampoco en qué año se sacó. Él está hermoso en la imagen, radiante, mirando la nada y con el pelo al viento (literal). Moura era increíblemente hermoso y sexy.
Este año se cumplen 40 años desde la publicación de Wadu Wadu, el primer disco de Virus. Es el disco menos Virus de todos y a la vez es súper Virus. Por un lado es mucho más rockero que todo lo que vino después, pero ya en ese álbum flota ese espíritu popero que le puso Moura a la banda. El otro día leí en Twitter algo que dijo mi amigo Cajita (quien ilustra este newsletter) y que va muy en sintonía con esto:
Pero vuelvo a la foto.
Moura habría cumplido 70 el mismo día que lo hizo Charly. De Charly queda una idea. “Está viviendo una postvida”, le escuché decir a un amigo. En cambio de Moura queda su juventud y su belleza. Él va a ser joven para siempre. Las fotos de las personas que murieron jóvenes tienen ese misterio: son la imagen de una juventud eterna, quedan suspendidos en el tiempo.
Hay muchas bandas ahora que se acercan más a lo que hizo Virus en los 80 que a cualquier otra cosa que haya existido en la historia del rock nacional. Todos vuelven a esa juventud viral. No sabemos cómo sería un Moura de 70 años. Nunca lo vamos a saber. Está atrapado en un limbo donde siempre va a ser un tipo de treinta y tantos. Sus fotos son como un recordatorio de que esa manera de hacer música va a ser sentirse siempre así, joven.
III. Los chicos que corren en el fuego
Salgo en la bici como a las tres de la tarde. Tengo que hacer unas cuantas paradas. Según Google Maps en total voy a hacer casi 20 kilómetros. Me parece un buen plan. Me va a hacer bien, me digo. Tengo que moverme un poco más, me digo. Y salgo y hay sol y voy en la bici con lentes de sol escuchando música bien fuerte.
Agarro Libertador porque Google Maps me dice que es la forma más rápida de llegar al primer destino. Le creo a Google Maps. Jamás dudo de sus habilidades. Además, está buenísimo andar en bici por Libertador y ver todos esos edificios que nunca voy a conocer y en los que nunca voy a vivir.
Por la avenida hay un montón de chicos que corren. Lo primero que hago es preguntarme de qué viven, qué tipo de vida deben tener como para poder salir a correr a esta hora. La mayoría va sin remera. Me pasan por al lado. Nos cruzamos de frente. Trato de resistirme, pero no puedo dejar de mirarlos. Hay uno que ya está como bronceado. Debe salir a correr siempre sin remera. Me excito y me amargo al mismo tiempo: estos chicos con cuerpos bronceados y abdominales perfectos jamás se acostarían conmigo (excepto que pague, obvio).
Me da bronca pensar que que ser lindo sea sinónimo de esfuerzo físico. Me molesta imaginar que tengo que correr miles de horas para tener un cuerpo esculpido. No quiero dejar de fumar, ni de tomar alcohol todos los días. No soporto la idea de que verse bien signifique dedicar horas enteras a hacer ejercicio y tener una vida llena de límites y cuidados ridículos. Quiero que ser lindo y tener un físico increíble sea tan fácil como pensar.