#32. Algo que flota en el mar
Unas ideas sueltas sobre los barcos y el mar. Una entrevista de Camila Sosa Villada y una pavada sobre escribir.
El dilema que tengo ahora es si cierro o no los postigos cuando me voy a dormir. Resulta que me encanta despertarme con la luz del sol entrando en mi habitación, pero ahora empezó el calor apenas empieza a amanecer la temperatura de mi habitación empieza a subir y es imposible seguir durmiendo.
Hay días que me levanto de golpe, a eso de las siete de la mañana, todo transpirado. Las sábanas empapadas. Yo empapado. Todo pegajoso. La imagen puede parecer sexi (un chico todo transpirado en una cama), pero no lo es.
Estos últimos días, cada vez que me voy a dormir, me quedo parado un rato largo enfrente de la ventana. Vacilo entre dejar los postigos abiertos o cerrarlos. Dormir hasta más tarde, sin transpirar, o levantarme apenas amanece, cagado de calor. En ese rollo estoy. No puedo decidir qué prefiero. Siempre termino dejándolos abiertos porque el sol me tira más que la oscuridad, porque me gusta la noche, pero no quiero que dure para siempre adentro de mi cuarto.
I. Algo que flota en el mar
Después de varios años decido salir de vacaciones. Nunca tomo vacaciones porque nunca siento que trabaje demasiado como para tener que descansar. Sin embargo, esta vez sí siento que quiero descansar. No sé si lo necesito, pero sí sé que lo quiero. Entonces me saqué un pasaje para ir a Uruguay para pasar ocho días en la playa.
Me gustan las ciudades costeras. Lamento que Buenos Aires tenga y no tenga río. Cuando hablo de la vejez con mis amigas siempre pienso en que voy a terminar cerca del mar. Lo único que me hace ruido es esa angustia que te genera la playa tipo siete de la tarde, cuando empieza a caer el sol.
Cuando era chico me obsesionaban las historias de piratas y los barcos. Tenía un montón de libros con historias de piratas. Obviamente era fan de la saga Piratas del Caribe (creo que es la única cosa de Disney con la que sí enloquecí). Mi familia me regalaba cosas que tenían que ver con piratas todo el tiempo: muñequitos, libros de cuentos, libros de no ficción y revistas con algún informe periodístico sobre el tema. Me gustaba la idea de que en algún momento de la historia del mundo hubo gente que se subía a un barco, buscaba tesoros de playa en playa y mataba gente porque sí. Hay algo de esa violencia que todavía me sigue pareciendo increíble.
Lo que me entusiasma del viaje a Uruguay (cuando leas esto voy a estar por llegar) es el barquito, ese viaje corto por el Río de la Plata. Claramente no es un viaje épico, pero tiene su encanto, sobre todo por esos pocos minutos donde no ves ninguna de las dos costas, cuando estás en la mitad del río. Es una sensación similar a la de viajar en un bondi de larga distancia, cuando te despertás en mitad de la noche y no tenés idea en qué parte del país estás.
Hace un tiempo la editorial Chai publicó el libro Tundra, de Abi Andrews, en el que una chica decide hacer un viaje desde Inglaterra hasta Alaska. Ella se manda sola, re tranqui, y recorre el Mar del Norte en un barco pesquero. No es una historia de piratas, pero hay algo en lo agresivo y adverso del viaje de la protagonista que me hace pensar a esta novela como una historia de piratas sin piratas.
Mi viaje en barquito no va a tener nada de violento, ni tampoco es una gran aventura, pero capaz, con un poco de suerte, encuentro algún tesoro.
II. Salvajismo
Camila Sosa Villada estuvo en Caja Negra, el ciclo de entrevista que hace Julio Leiva para Filo News. La nota con ella ya rebotó un montón, pero me pareció tan genial que no quería dejar de compartirla.
(Hace semanas que me voy a dormir pensando en cosas de esa nota, en qué voy a escribir acá sobre eso, pero pasaron cosas y al final no lo hice nunca hasta ahora).
Hay dos cosas que me llamaron mucho la atención de esa nota. Primero, la teatralidad: ella es como que está actuando todo el tiempo, jugando a ser diferentes personas a lo largo de toda la nota -una señora vieja, una intelectual, una mexicana. Segundo, la incorrección: no para de decir cosas que van en contra del sentido común bienpensante, es decir, ideas que van en contra incluso de lo que pueden pensar las personas que integran el círculo social por el que se mueve.
En un momento Leiva le pregunta qué piensa de las personas que se resisten a los cambios de la época (en relación a las políticas de género y la identidad sexual) y Camila responde:
Yo no quiero que cambien. Extraño el salvajismo. Extraño andar con una navaja en la en la muñeca. Extraño poder responderle a las personas con la misma agresividad con la que me trataban. Extraño mucho la peligrosidad de una travesti en la calle, todo lo que se ponía en peligro cuando poníamos un pie en la vereda. Eso lo extraño mucho. Creo que hay algunas expresiones, de estas que han salido nuevas, que se parecen mucho a los libertarios ¿sabes? Como sí la identidad más que un perfil de una persona, una punta de una persona, terminará siendo una piedra que cargan encima.
Camila en esta entrevista es como los piratas de Piratas del Caribe que tanto me fascinaban cuando era chico. Defiende lo incorrecto, encuentra en un tipo de violencia algo atractivo, decide sobre la marcha diciendo lo que se le antoja y a la vez puede tener gestos heroicos, ideas que la vuelven una persona dulce y entrañable. No quiere bardear a nadie, ni armar quilombo, solo quiere señalar algo que está ahí pero que nadie se anima a decir en voz alta. Esa quizás sea la principal misión de una escritora.
III. El fracaso por escribir
El Mundial de Escritura tenía que ser un estímulo para escribir, pero resultó ser todo lo contrario: me quitó la energía y me hizo sentir un fracasado. Ningún día entregué un texto que me haga sentir bien, que me deje satisfecho. Escribir es el camino del fracaso y la autodecepción. Nunca llegás a hacer ese texto que se parece al que hizo esa otra persona que te encanta como escribe.
Hace unos días estaba haciendo una entrevista y la persona con la que hablaba me decía que le costaba mucho escribir, que podía leer un montón para hacer un texto, pero que la facilidad para leer no se traducía en facilidad para escribir. “Soy mejor lectora que escritora”, dijo. A mi me pasa todo lo contrario: escribo rápido y leo lento (o directamente ni termino de leer lo que empiezo). Sin embargo, no por eso puedo decir que soy un buen escritor.
Escribir un texto que no te gusta genera una sensación de frustración que a veces dura varios días. Es como cuando tenés acidez y te arde el esófago y repetís la comida y todo es un asco. Cuando me pasa eso, para autoconsolarme, digo: “Imanol, escribís mucho. No todo lo que hagas tiene que ser bueno”.
El mayor (casi que el único) beneficio de ser periodista es entender que todos los textos pueden ser descartables, que el oficio te lima el cerebro. Es comprender que sos una máquina de entregar textos rápidos, que se hacen en un par de minutos o unas pocas horas. Es darte cuenta que el texto tiene que salir, no importa muy bien cómo. Si queda bueno, genial. Si es un asco, no pasa nada. Ya vendrá notas mejores.
Que linda la vulnerabilidad de esto. Siempre me ha parecido que escribes con mucha agilidad, cómo si te saliera a la primera y no tuvieras que pulir las cosas. Me parece muy íntimo y al mismo tiempo extremadamente cotidiano tu newsletter. Eso es lo que más me gusta. Siento que a veces, mientras leo, estoy escuchando a mi mente reflexionar y otras solo disfruto aprendiendo de las referencias o las anécdotas que cuentas. Me gusta mucho como escribes. Soy profesora y siempre que viene alguna actividad relacionada a la lectura digo que a mi no me gustan los libros, las novelas porque siempre las dejo a la mitad, aunque lo intente me pasa que me pongo a pensar, a reír o a llorar o incluso a escribir y luego ya es demasiado tarde para seguir leyendo porque lo olvidé todo y retomarlo es volver al mismo ejercicio (tengo mala memoria. Un beneficio para releer y sorprenderse). A mis estudiantes les digo que me gustan los cuentos, que me parecen más sensatos para mi cabeza porque son historias cortas donde todo pasa rápido y que definitivamente logro terminar de leer. Lo mismo me pasa con tu newsletter. Los guardo y cuando termino de leer dos o tres al hilo, reviso los enlaces que agregas, escribo mi propia versión de tu visión de las cosas y me relajo. A veces leerte es como ver un capítulo de una serie que me gusta mucho y no quiero que termine, le tengo cariño a los personajes, que en este caso son tu forma de ir y venir entre los recuerdos, lo que sabes, lo que vas aprendiendo y lo que vas autodescubriendo. También soy adulta, de la primera parte (en unos días cumplo 27) y todas las incertidumbres o temáticas de charlas que has mencionado a lo largo de tus escrito me hacen tanto ruido como si estuviera hablando con un amigo.
Siempre que termino de leer digo, gracias Imanol Suviela Salvo por escribir esto. Pienso que ya es hora de dejártelo escrito aquí.
Gracias Ima.