#40. El año del tigre
Unas ideas sueltas sobre el horóscopo chino, un libro de Mariana Enríquez y el Dr. Alderete y un halago al tema nuevo de Lali.
El problema del colchón que conocí esta semana fue que era demasiado blando. Dormir ahí fue como dormir en un colchón de agua, pero de segunda, berreta. Digamos que era como esa oferta de MercadoLibre que es demasiado barata como para ser real o buena, pero vos igual la comprás y cuando recibís el producto te das cuenta de que te cagaron.
En el anuncio decía que el departamento estaba equipado con un sommier y efectivamente lo era, pero era tan blando y viejo que me sentí estafado. Por suerte la estafa ocurrió en Mar del Plata, una de mis ciudades favoritas del país. Y resulta que la arena, la sal del aire y el mar hacen que pueda dormir tranquilo y despertar sin resaca. No importa cómo me haya acostado, ni dónde.
Pasé por una inmobiliaria y vi un anuncio de un departamento frente al mar, chiquito, pero muy lindo. Costaba lo mismo que una pieza en Once o Constitución. No descarto una posible mudanza.
Nunca fui muy esotérico hasta que conocí a Paula y Sofía en la universidad. Son como mis amigas brujas. Cada año, entre diciembre y enero, nos pasamos el PDF del libro de Ludovica Squirru sobre el horóscopo chino para ver las predicciones de cada uno. Este es el año del tigre.
Según la predicción general para mi signo (soy perro de madera) este año “el perro renovará su pelaje, humor, y tal vez cambie de amo. Recibirá honores, podrá resolver temas pendientes legales, de salud, y aullará con pasión las noches de luna llena”. También me dice que voy a estar medio agotado la primera mitad del año, pero que todo repunta en la segunda mitad:
Promediando el año del tigre recibirá una oferta que le cambiará la vida. Una empresa, ONG o una fundación lo convocará física o virtualmente para que participe y preste servicios con su oficio, estudio y profesión.Su salud mejorará notablemente; sentirá ganas de salir y reconstruir sus siete cuerpos. Su sex appeal y carisma despertarán a una legión de fanes que le pedirán matrimonio y algo más. Año de renacimiento físico, mental, espiritual; el entusiasmo sacudirá penas, pulgas y momentos tristes que serán superados por el afecto de amigos y de un gran amor.
Siempre me sorprende el grado de precisión que tiene el horóscopo de Ludovica -a veces te tira cosas que van a pasar en días y horas exactas. Una amiga dice que no le confía mucho en el horóscopo chino: no cree que le pasen las mismas cosas a los cientos de miles de personas que nacen en un mismo año (los signos son anuales, no mensuales como el zodíaco). Sin embargo, sí confía más en los signos planetarios. Digamos que cree más en los astros que en los chinos. Yo un poco también, pero los dos sabemos que los dos horóscopos son iguales de ridículos. Sin embargo disfrutamos de hacernos las boludas. Elegimos creer.

Mi hipótesis es que el problema de Buenos Aires es el psicoanálisis, que estamos todos todo el día con el run run mental perdidos en la neura y que por eso siempre están todos enojados, insatisfechos y rayados: mucha palabra y poca acción. Una vez se lo dije a mi analista: el problema de esta ciudad es el psicoanálisis. Él se rio.
Ayer le decía a mi amigo Salvador que para mí la astrología y el psicoanálisis se encontraban en un punto: no podemos demostrar empíricamente, con evidencia científica, la existencia o la inexistencia del yo o del super yo, de la misma manera que no podemos comprobar la existencia o inexistencia de la energía de los planetas y los signos. Son dos lenguajes para nombrar cosas, ideas.
Mar del Plata es una ciudad tan pop que merecería tener de intendente a Marcos López.
Nunca entendí por qué las tapas de los libros de Ludovica Squirru son tan feas. Siempre me pregunto cómo puede ser que tenga tan mal gusto si fue sobrina y ahijada de Rafael Squirru, el fundador y primer director del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. En la tapa de este año ella está con una malla entera tirada en una pileta muy poco profunda, con cara de pasada y de fondo tiene una cabeza de tigre toda pixelada.
Mientras leía las predicciones que Ludovica tenía para mi, avanzaba con El año de la rata, un libro con textos de Mariana Enríquez e ilustraciones del Dr. Alderete, cuyo diseño gráfico es diez mil veces superior al de Squirru. Los textos son cortitos, algunos parecen ser más periodísticos y otros de ficción.
El año de la rata fue el 2020, justo cuando llegó la pandemia a la Argentina. En el horóscopo chino la rata tiene que ver con la inteligencia y la astucia, pero también con la pestilencia o la suciedad y lo atroz. No digo que por haber sido el 2020 el año de la rata nos merecíamos una pandemia. O tal vez sí.
Lo que se extiende por todo el libro de Enríquez y Alderete es el misterio: nunca se entiende bien qué es lo que se cuenta y el hilo conductor entre los relatos es casi invisible. Las imágenes siempre remiten al mundo de festish, el latex y las clásicas obsesiones de Enríquez: la muerte, lo sobrenatural, los mitos populares.
Este es uno de los textos que más me gustó:
VacaciónLas ganancias de la gira dejaron el dinero suficiente para que las artistas pudieran pagarse unos días de descanso en la playa. Charo, que nunca había visto el mar, tuvo miedo y no quiso salir del hotel. La segunda noche lloró sobre la arena porque nunca nadie le había enseñado a nadar.
Le leo en la costa sus predicciones a dos amigas marplatenses. Ellas son gallo de agua. Al parecer va a ser un año intenso, de mucho esfuerzo pero de mucha transformación y muchos logros.
A los pocos minutos de empezar a leer me piden que pare, que no quieren escuchar más cosas malas. Me dicen que solo lea las buenas.
Lali sacó un tema nuevo que se llama “Disciplina” y es básicamente increíble. Lali es cabra de metal.
En el bar de moda de Mar del Plata hay un chico en el escenario que hace una música electrónica bastante divertida y bastante rara. Él es un personaje extraño y cada vez que termina una canción empieza a decir pavadas que apenas se entienden: no para de ponerle efectos de sonido raro a su micrófono. Sus intervenciones son larguísimas.
Hay un momento del show donde el pibe invita a cantar a su madre, que parece sacada del Parakultural. El pibe habla un rato largo sobre su mamá antes de que suba: no para de elogiarla. La madre es una mezcla de Fernando Noy, Sergio De Loof y Katja Alemann. Aunque también podría ser una Yoko Ono del tercer mundo: tiene un bombín, un pantalón negro, una camisa blanca, lentes de sol y no para de gritar. Entre todo lo que grita llego a entender: “En el devenir del paisaje una pluma cayó y su cabeza se detuvo”.
La madre se baja del escenario y el chico sigue halagándola mucho, incluso más que antes de presentarla. A él creo que sí le vendría bien un poco de psicoanálisis.
Le digo a Salvador que entiendo por qué de repente la astrología tiene tanto éxito: es una disciplina que te permite justificar lo que sea. No es necesario machacarse la cabeza para entender por qué pasa lo que pasa. La explicación es cerrada. Ah, claro, te pasa eso porque tenés la luna en Aries o Piscis en la casa cuatro.
El psicoanálisis no es tan preciso. Si bien todo es culpa de tu madre y de tu padre, las lecturas pueden ser más ambiguas y las personas están necesitando las cosas claras y pensar poco.
Lo que más me gusta del tema de Lali es que en las últimas 48 horas todo mi timeline está hablando de eso. No hay Covid-19, ni contactos estrechos, ni hisopados: solo hay una canción pop con referencia al house de los 80.
Lali nos dio a los trolos todo lo que queríamos. Dijo “chau reggaeton paki” y “hola música de putos”. Entendió que los heterosexuales no la van a aceptar nunca y que jamás entrará a la secta de los Montaner reggetoneros.
El pop es como el mundo de la esoteria y las predicciones del horóscopo chino: una vía de escape que le da sentido a todo aunque no signifique nada.