#53. Nostalgia
Cosa sueltas sobre la nostalgia, las redacciones donde se fumaba, mi amigo Santiago y una pintura de Almeida Júnior.
Esta semana logré varias noches de sueño profundo sin interrupciones. Además, me fui a la cama antes de las once de la noche y me desperté alrededor de las ocho de la mañana. Es decir: pude dormir un poco más de ocho horas.
Siento que si lograra esta cantidad de horas de descanso mi vida sería mucho más placentera. Pero ya sé que no lo voy a conseguir, así que me voy a aferrar a esta buena racha, que seguro pronto se termina, como si fuese la última coca en medio del desierto.
A Santiago Villanueva lo conocí en 2015. Él es artista y curador. También es mi amigo. Resulta que un día me mandaron a hacerle una entrevista para la Rolling Stone. En ese momento él era curador de un ciclo que se llamaba Bellos Jueves y era lo más parecido a una fiesta gay adentro del Museo Nacional de Bellas Artes.
Un par de días después de entrevistarlo fui a una fiesta y en la fila para entrar me lo encontré. Me acuerdo que tenía un suetercito tejido de hilo azul (el día de la entrevista también lo tenía), un chupín negro y unos stilettos del mismo color que el pantalón. Nos saludamos amablemente. Él estaba con un amigo mío y yo había ido solo a la fiesta así que decidí quedarme con ellos. Desde ese día que no nos separamos más.
Cada tanto, cuando nos vemos, nos ponemos a hablar del pasado -que es muy reciente- como si fuéramos dos viejas que llevan juntas décadas y décadas. Hablamos de fiestas que ya no existen, de dealers que no sabemos si siguen vivas, de amantes que no nos quisieron y de sustancias que no volveríamos a meternos en el cuerpo. Es que somos un poco arrabaleras y tangueras, aunque nos gusta bailar pop.
Una vez un ex novio de Santiago interrumpió una de estas conversaciones y dijo: “Ay, paren de hablar del pasado”. Confieso que me molestó un poco, a pesar de que me hizo notar que a veces somos medio pesadas. Sin embargo, yo creo que lo hizo por envidia, pero no tener un anecdotario así para repetir como un mantra.
Hace unos días volvía de San Telmo en la bici y tuve que esperar a que una grúa enganche un auto mal estacionado para poder seguir. Cuando vi eso pensé: “Nadie tiene el corazón más ortiva que el tipo de la grúa que va por la ciudad levantando autos mal estacionados”. Sin embargo, me di cuenta que el auto estaba mal estacionado a dos o tres metros de la entrada a un estacionamiento. El auto era bastante cheto, entonces pensé que en realidad el que tenía el corazón ortiva fue el pijotero que estacionó mal porque, a pesar de ser dueño de un auto carísimo, no quiso pagar unos mangos por un garaje.
Sigo sumando amigos y amigas de más de 40 años. Una vez una astróloga me dijo que yo siempre iba a tener amigos más grandes -y que los iba a preferir antes que a los de mi edad- porque tenía un alma vieja, que esta era como mi reencarnación no sé cuánto y eso generaba que sea como una abuela sauce, pero en el cuerpo de un chico de veinti pico. Cuestión, me encuentro con un nuevo amigo más 40 a tomar un café y me cuenta de cuando trabajaba en la redacción de Clarín hace como 20 años. Le pregunté si todavía se fumaba adentro. Me dijo que sí y que con estar un rato ahí te quedaba “olor a boliche” en el cuerpo. También me contó que iba a un lustrador de zapatos a la redacción, es decir, había la cantidad suficiente de tipos vestidos de traje y zapatos como para que un señor se pasee por ahí lustrando los zapatos como si fuese la calle Florida.
Coincidimos en que eso (“eso” serían las redacciones) ya no existe más. Le digo que mi generación es la generación de los talleres, que no aprendimos de editores o jefes sino de personas a las que les pagamos para escribir en sus casas.
Toda esta introducción innecesaria para llegar a esto: estoy viendo Mad Men. Cada vez que le digo a alguien “estoy viendo Mad Men” me pregunta: “¿Esta es la primera vez que la ves?”. Yo respondo que sí y después vienen frases del estilo: “está buenísima, yo la vi dos veces”, “el año pasado la vi por tercera vez”, “justo la empecé a mirar otra vez, sería quinta vez que la miro”. Sabía que era buena, pero no pensé que había generado tanto fandom.
Volviendo a lo de fumar en el trabajo ¡como se fuma en Mad Men, por Dios! No estoy en plan de dejar de fumar (en realidad sí, me está costando), pero cada vez que miro un par de capítulos me da un toque de asco pensar en prender un cigarrillo. Lo otro que me parece increíbles es cómo chupan. Todo el tiempo. En cualquier lugar.
El mundo de hoy es más clean. Como dice Mariana Enríquez: “Ahora la gente se rehabilita a los 22”.
De alguna manera la pandemia hizo más intensas todas estas ideas de controlar los consumos y tener una vida más saludable y plena. No por nada ahora hay dietéticas por todos lados. No digo que lo otro era mejor, pero tampoco que esta tiranía del mundo healthy, donde cada vez se come menos gluten, sea una bendición.
Quise sacar entradas para el concierto de Rosalía en Buenos Aires. No conseguí. Por suerte, una amiga de una amiga fue muy generosa y cuando sí pudo entrar a la página me avisó y sacó un ticket extra para mí. Una verdadera motomami le saca entradas a sus otras amigas motomamis que no pudieron.
(Sinceramente, era mucho más eficiente el sistema de acampar dos días en la puerta de una boletería que esta mierda de hacer una fila virtual).
Una vez tuve un amante brasilero. En verdad era mitad argentino y mitad brasilero: madre porteña y padre carioca.
Al poco tiempo de conocerlo él se volvió a San Pablo, que era donde vivía. Justo ese año había Bienal así que, con esta excusa, decidí viajar a visitarlo. Obviamente el reencuentro fue un desastre, pero más allá de eso. el viaje -en términos generales- estuvo bastante bien.
Cuando me estaba por ir este chico con el que salía me explicó qué significaba la palabra saudade. La explicación vino a raíz de que a mi me gustó mucho una pintura, que se llamaba así, de Almeida Júnior que había visto en la Pinacoteca un par de días antes. Básicamente lo resumió como extrañar pero de una manera feliz, una forma de añorar algo sin sentir tristeza por eso que falta.
Acá, en esta tierra gris y melancólica, extrañar o tener nostalgia de algo se vive con tristeza. Son, de alguna manera, sentimientos negativos. El tango nos cagó todo. Y a los brasileros el carnaval los salvó de todo.
Hoy voy a dejar por acá. Es una edición más corta que lo habitual. Lo que pasa es que estoy cansado. Además, hago esto para mi y no para un patrón así que no tengo por qué cumplir con una cantidad específica de palabras. En fin… Si querés decirme algo respondé este mail o escribime por Instagram o Twitter: mi usuario es @malasenial. Si te gusta lo que hago y querés darme una palmadita monetaria podés comprarme un cafecito.