55. Random
No sabía sobre qué escribir así que hice una entrega random. Hablando de todo un poco y de nada al mismo tiempo.
Hay tensión en el ambiente. Los dos sabemos que no está funcionando. Yo trato de buscar técnicas para confundirlo. Llega el momento de dormir y bailamos una danza rara en la cama. Nos cuesta acomodarnos. Antes era fácil, pero ahora no estamos pudiendo hacer encajar nuestros cuerpos. Ni si quiera conseguimos una noche entera de sueño ininterrumpido. Yo podría hacerlo, podría estar durmiendo sin parar, pero él no me deja. Se queja. A veces llorar. Se empieza a mover para que me levante. Y me despierto. Todos los días me despierto en la mitad de la noche y me dan ganas de matarlo, pero me contengo y me duermo otra vez y, a los pocos minutos, me vuelve a despertar. Los dos sabemos que no está funcionando. El problema es que mi gato no sabe hablar así que no podemos conversar sobre lo que pasa entre nosotros.
En febrero de 2017 Charly sacó Random, su último disco y el único que hizo después de la rehabilitación. En realidad editó varios discos, pero este es el único que compuso y grabó en estudio después del rehab (los otros eran en vivo). Cuando le preguntaron por qué le había puesto así al disco, Charly dijo que tenía que ver con una idea suya vieja. Él decía que “random no es cualquier cosa” porque “lo random es una operación que generalmente llevan a cabo máquinas que establecen, por un sistema algorítmico, distintos órdenes, otorgan parámetros determinados casi por capricho o toman por idéntico procedimiento determinadas decisiones”.
Cuando salió ese disco escribí una nota en la que decía algo así como que Charly no era tradición, ni vanguardia, sino que era super trendy porque lo único que hacía era ser lo que había que ser en cada momento. Ahora, está rehabilitado, el estado perfecto para estar en un mundo ultra clean y obsesivo del alcohol en gel.
Me cuesta mucho escuchar música con la opción random activada. Soy como un señor de hace cincuenta años que solo puede escuchar discos completos y en el orden que fueron grabados. Sin embargo, el otro día hablaba con un amigo más chico que yo (nació en este milenio) y me decía que le pasaba igual. Eso me hizo sentir mejor, menos desfasado, menos extemporáneo (me encanta la palabra “extemporáneo”).
El otro día miré una entrevista que le hacían a Rosalía sobre Motomami. Ella decía que no había que escucharlo en random porque el sentido del disco se armaba escuchando las canciones en orden. Me gustó que ella dijera eso. Me hizo sentir “en la onda”. O que al menos yo tenía razón: capaz que random no sea “cualquier cosa”, pero un poco sí.
Resulta que ordenando mi biblioteca encontré un libro de Frank O’Hara. No tenía registro de que lo tenía. Pensé que Meditaciones en una emergencia era el primero. Pero me había equivocado.
Sin embargo, cuando lo agarré me acordé cuándo lo había comprado: fue hace un par de años en una FED y me hicieron descuento por pagar en efectivo. El libro se llama Personismo y salió por Socios Fundadores. Cuando vi el título me decepcioné: siempre creí que era “Peronismo” y que le habían puesto ese título para hacer un juego entre los poemas de O’Hara y la cultura argentina. Creí que había sido un chiste del traductor o de los editores, pero en realidad yo había estado equivocado todos estos años. Confirmé que además de disperso puedo ser distraído.
En fin, volví a leer el libro y rescaté este poema buenísimo:
Poema metafísico (1962)
Cuando querés ir
no sé si quiero ir ahí
adónde querés ir
a cualquier lugar
siento que en cualquier otro lado me desarmaría
bueno si de verdad querés voy
no me importa tanto
pero en cualquier otro lado te desarmarías
puedo ir a tu casa y listo
no me parece mala idea ir
pero no quiero forzarte a venir
no me estás obligando pero casi
no me puedo quedar mucho igual
quizás podemos ir a un lugar más cerca
no tengo campera
ni que no tuvieras corbata
bueno igual no dije que había que ir
No me importa si tenés corbata
no tenemos que hacer nada en verdad
bueno dale no hagamos nada
bueno te llamo
sí llamame.
Este meme me encanta:
Una de las cosas que más me están gustando de Buenos Aires es el Puticlú, el bar que se puso mi amiga Luki La Puti.
Hace un par de semanas fui a la inauguración de la muestra colectiva de la Bienal de Arte Joven. Era una mezcla entre exhibición de arte contemporáneo y set para stories de Instagram. Escribo sobre esto con delay porque anoto cosas en el celular para no olvidarme de los temas o las ideas sobre las que quiero escribir acá, pero después me olvido de lo que escribí en el celular para no olvidarme de los temas o las ideas sobre las que quiero escribir acá.
Lo importante es que al lado de las obras habían puesto unos textitos que te explicaban qué quería decir la obra. Me llamó la atención que haya una explicación tan clara y detallada de qué era lo que significaba cada cosa. Hace un tiempo le decía a un amigo que esta no es la época de la imagen, sino la de la palabra: ya no importa tanto la cosa en sí sino todo lo que se dice alrededor. Digamos que es como el tema de Bizarrap y Paulo Londra: no importó el tema en sí, sino todo el bardo que hubo alrededor y los no sé cuántos millones de comentarios que juntaron en un posteo.
Estoy escribiendo en modo random, pero todavía no descubro cómo funciona este algoritmo.
Debo ser la única persona que espera un disco nuevo de Fito Páez. Bueno, capaz no soy el único, pero seguramente de mi círculo sí. No. Miento. Tengo una buena amiga que seguro también sigue esperando discos nuevos de Fito Páez.
Ayer salió The golden light, el último álbum de la trilogía Los años salvajes. Es solo de piano y voz, como Rodolfo. La expectativa es que sea como este otro, pero no es tan bueno: está bien, no se pueden meter dos goles con la misma táctica.
(La verdad es que no tengo idea de fútbol, así que capaz que sí se pueden hacer dos goles con la misma táctica, pero no se pueden pescar dos peces con la misma red).
Hay una cosa rara en este disco y es que es muy nostálgico. En los últimos discos de Fito hasta habla en inclusivo, con la “e”. Pero acá es todo vintage y nostálgico. Es como un gran tango. ¿Será la edad? ¿Será que está por cumplir 60?
En el primer disco de la trilogía, Los años salvajes, la canción homónima tiene una trampita: en la letra va contando toda su vida, pero al final dice “estos son mis años salvajes”, como si lo salvaje fuese su presente y no su pasado. Entonces, está mirando para adelante, pero después te mete un disco acústico mega nostálgico.
Unos minutos después de que publicaran el disco en Spotify veo que un amigo de una amiga comparte un tema en una storie. Le respondo y le digo que ese tema que subió fue el que más me gustó, pero que el disco Rodolfo me gustó más. Él me contestó: “En Rodolfo eran todos temas buenos. Ahora con que me de 3 o 4 buenos por disco, me alcanza”. Me pareció justo. Me sumé a su satisfacción. A su entusiasmo.
Estoy dando un taller de escritura. En la primera clase hicimos un ejercicio divertido de escritura creativa y automática. Una de las chicas que está en el grupo escribió: “Virgen de CBU”. Me pareció un insulto finísimo.
A mi hermana le robaron el teléfono y mi vieja me llamó llorando. No entendí por qué estaba tan afectada si ella no era la asaltada. Se me ocurrió que capaz ese llanto tenía más que ver con ser madre que con ser asaltada. Debe ser que está así porque es la madre, pensé. Le pedí que se quede tranquila. Ma, acá roban teléfonos todos los días, le dije. Pero no dejó de llorar.
No hay nada mejor que vivir atrapados en el mundo de hoy.