#67. El mono tremendo
Unas ideas sueltas sobre los monos, el libro El mal dormir, Sandman, un tema de Spinetta, otro de Charly y la película 12 Monos.
Creo la fiebre no me dejaba dormir desde que era un nene. Sinceramente, hubiese preferido tener más temperatura, como para poder acceder a sueños más delirantes o bizarros –alucinaciones, básicamente–. Pero no, no pasó. Como siempre, me quedé a mitad de camino y tuve la temperatura suficiente para no dormir y sudar toda la noche, pero no la necesaria como para delirar. Estoy en un momento donde todo me decepciona, incluso el mal dormir.
Vi algo en la tele, no recuerdo qué, en donde alguien hacía un chiste sobre el Age of empires, el jueguito ese de estrategia muy famoso y popular. A mi la versión que me gusta es la que se llama Mythology y que, valga la redundancia, trata sobre guerras mitológicas, como la de Troya. Resulta que –a raíz de eso que vi y no me acuerdo– decidí bajarlo. La versión que me descargué trajo la expansión que sacaron en 2016 que sumó toda la historia de la mitología china (las anteriores, las que jugué de chico, eran sobre la griega, egipcia y nórdica).
En ese agregado chino podés usar al Rey Mono para luchar contra tus enemigos. Hay miles de versiones y reversiones del Rey Mono, pero la historia original (la china) lo llama Sun Wu-Kong y sale de Viaje al oeste, una novela épica de la dinastía Tang, que gobernó desde el siglo V hasta el IX. En Viaje al oeste se cuenta toda la vida del Rey Mono: era un mono medio humano que acompañó a un monje a lo largo de un viaje para recuperar una serie de sutras budistas, es decir, discursos que dio Buda a sus discípulos más cercanos. Algunas versiones dicen que está inspirado en Hánuman, una deidad hindú mitad mono mitad persona que tiene habilidades físicas ilimitadas: dicen que cuando nació saltó hasta el sol porque se lo confundió con una fruta y se lo quiso comer.
Siempre me gustaron los monos, de hecho una de las cosas que más me gustaban de El laboratorio de Dexter, el dibujito de Cartoon Network que cada tanto vuelvo a mirar, eran los episodios sobre Monkey, el mono que tenía enjaulado entre tubos de ensayos, pero que en verdad era un superhéroe. Es como una versión contemporánea del Rey Mono. Cuando aparecía Monkey para salvar al día, siempre era asistido por la agente Honeydew, una super espía hot, pero medio boluda. Hace un tiempo Kali Uchis hizo un cosplay increíble de este personaje.
Con unas amigas esotéricas todos los años nos conseguimos trucho el libro de Ludovica Squirru para leer el horóscopo chino del momento (escribí algo sobre esto en el verano). Este es el año del Tigre y el último año del mono fue el 2016 –el próximo va a ser el 2028–. Según Ludovica, fuente autorizada para hablar de esto, el mono –personas nacidas en 1968, 1980, 1992, 2004 o 2016– tiene estas características:
El mono nace sabiendo, intuyendo, fluyendo con su caudal de ADN desde que se para en sus dos piernas y, como en La guerra del fuego, aprendiendo el arte de vivir. Desde pequeño, su independencia hace la diferencia con el resto del zoo. Buscará su microclima, la soledad, los lugares donde la naturaleza lo inspire para nutrirse física y espiritualmente.
Este signo es dual, tiene la energía yin-yang para desarrollarse y apreciar cada encuentro, relación, viaje en los que se sentirá en estado de plenitud total. Su inteligencia se destacará donde encuentre un ámbito para desarrollarse, y conseguirá en poco tiempo lo que a otros les lleva años.

Me di cuenta que desde que empecé a hacer Vueltas en la cama nunca le dediqué al insomnio una entrega completa. Este no va a hacer el caso, pero resulta que en estos días leí El mal dormir, un ensayo de David Jiménez Torres que salió por Libros del Asteroide y que trata justamente sobre el esto.
El libro es realmente muy bueno. Se queda a mitad de camino entre el relato de no ficción, el ensayo y la crítica cultural. Lo mejor de todo es el tono: el tipo no puede dormir nunca, pero no cuenta eso como una tragedia sino como algo dado. No se queja, no chilla, no nada. Se entrega a la resignación y aprende a convivir pacíficamente con el insomnio.
A lo largo de El mar dormir aparecen un montón de referencias a consumos culturales que tienen que ver con esta vigilia ininterrumpida por el sueño y también aparecen un montón de estudios científicos que van explicando el fenómeno. Con toda esa mezcla arma un relato de época sobre uno de los problemas más comunes que tiene la mayoría de las personas: no poder dejar de dar vueltas en la cama.
Y para seguir con el rollo del sueño me compré el primer volumen de Sandman, el cómic de Neil Gaiman editado por DC. Un amante que tuve en el verano me insistió mucho para que lo leyera y hasta me prestó este mismo volumen que compré, pero el affair terminó antes de que lo pudiera empezar a leer y siempre devuelvo los libros que me prestan. Ahora retomé el envión por un tuit que vi sobre lo mala que pinta la adaptación a serie de este cómic. Pero esto tenía que ver con el sueño.
El protagonista de Sandman es la representación humana del sueño y bueno… No puedo decir mucho más porque todavía no leí el cómic. Perdón. No soy perfecto.
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Estoy en un momento físico y mental que se parece bastante a la cuarentena estricta del 2020. En ese momento aproveché el encierro para escuchar en orden toda la discografía de Spinetta porque había unos cuantos discos que no había escuchado nunca. En ese momento confirmé lo que ya sabía: uno de mis favoritos es Téster de violencia. El disco fue como una respuesta al asesinato de la familia de Fito Páez: ellos dos estaban por salir de gira para presentar La la la (el álbum que grabaron juntos), pero ocurrió el crimen y todo se suspendió. Fito se puso a hacer Ciudad de pobres corazones y Spinetta Téster de violencia.
En el disco hay un tema que se llama “El mono tremendo”. Lo compuso Dante Spinetta cuando tenía 11 años y lo canta con Luis Alberto, sus hermanos y los hijos de Eduardo Martí (Emmanuel Horvilleur, Lucas Martí y Guadalupe Martí). Dos años después de eso nació Illya Kuryaki and the Valderramas.
Una de mis canciones favoritas de Charly justo tiene que ver con un mono –quizás el más famoso–, King Kong. El tema está en Kill Gil, el disco más raro y más envuelto en polémica de su vida. Justo Mariana Enríquez hizo un perfil sobre Charly en el momento que estaba por sacar ese disco. La canción en sí, “King Kong”, es la más linda del álbum. Es triste y feliz al mismo tiempo (como todo en el mundo García). Además tiene esta frase genial: “Cuando el amor se va, no lo esperés: andate y matá a un gil”.
Y siguiendo con el hilo de cosas favoritas, una de mis fotos preferidas de Alejandro Kuropatwa es una imagen de un vasito que promocionaba la película King Kong (la versión de 1976). Fue una de sus primeras fotos, de las que sacó en blanco y negro cuando vivió en Nueva York.
Me recomendaron ver la película 12 monos para meter en algún momento de este newsletter. Como soy una chica obediente lo hice. Lo único que tengo para decir esto: Brad Pitt (emoji de carita roja sudando). En resumen: la película es sobre un tipo –Bruce Willis– que viaja del futuro para impedir que en 1997 se propague un virus destinado a matar a casi toda la humanidad. Los pocos que sobreviven a esa pandemia se van a vivir abajo de la tierra y los animales toman el control de la superficie.
El match entre “pandemia” y “monos” de la película me llevó a todo este rollo que hay ahora por la viruela de mono. El nombre correcto es viruela símica, pero bueno, es más fácil darle un toque tilinga y decir “de mono” –aunque eso haga sonar más horrible y grave a la infección–.
Por casualidad me encontré con varias publicaciones sobre el tema bastante erradas y exageradas, ilustradas con fotos bien amarillistas de personas casi post humanas que no tenían viruela símica, sino la vieja viruela, la que se erradicó en el 80 y que era bastante más heavy metal. En ese mar de publicaciones encontré varias de cuentas progres y de agrupaciones LGBT que intentaban frenar el estigma que se está armando contra los trolos por este tema, pero conseguían el efecto contrario.
Resulta que, hasta ahora y según la evidencia disponible, la mayoría de los casos se dio en hombres que tienen sexo con hombres. También hay casos de mujeres y de hombres pakis, pero en menor medida. El punto es que todo eso que vi, que en teoría era pro maricas, solo reforzaba el estigma que en teoría se intentaba romper: que el hombre gay es víctima, marginal, enfermo.
Nunca me sentí muy identificado por esa narrativa. No digo esto en voz alta porque me cancelan, pero acá, en estas vueltas en la cama, somos todos amigos –estamos en confianza, me parece–. Me cuesta pensar que estoy parado en el mismo lugar que un trolo de los 80. Pasaron muchas cosas en el medio. Sin embargo, a veces siento que en la pantalla de Instagram, la de mi burbuja progre/queer, es mejor ver una y otra vez Philadelphia. Al final del día junta más likes mostrar un cuerpo degradado –y una competencia por ver quién llora más fuerte– que un cuerpo lleno de vida.
Hey, King Kong estuvo aquí.